UN ENCUENTRO CON SÓCRATES
“Sólo sé que nada sé”
“Era mediodía cuando llegué a Atenas. El sol brillaba en el
horizonte con una suave intensidad. Después de transitar rápidamente los
suburbios desemboqué en la calle de Panatinaicos que atraviesa el Ágora de la
ciudad, situado al borde del Acrópolis. Estaba llena de gente vestida con
túnicas de diferentes colores que conversaban animada-mente en las esquinas o
que se precipitaban sobre los puestos del mercado para comprar las olivas, las
uvas, las manzanas, el trigo y el vino con los que alimentaban a diario sus
cuerpos y sus almas. La recorrí despacio para no dejar de disfrutar su
encantadora vitalidad. Cuando llegué a la pequeña plaza situada al lado del
templo de Teseo distinguí a Sócrates. Me acerqué emocionado pues era la primera
vez que tenía contacto personal con esta leyenda del pensamiento universal.
Estaba en el centro de un amplio grupo de personas; los rasgos de su figura
física era tal como los había descrito Platón en sus Diálogos: un rostro un tanto tosco y feo, una barba descuidada, la piel
levemente tostada por el sol, el cuerpo alto y robusto, una túnica raída y los
pies descalzos.
(…) En ese
instante, cuando los asistentes se disponían a abandonar la plaza para volver
al día siguiente, citados por Sócrates para continuar la discusión, recordé que
alguna vez el Oráculo de Delfos al
ser preguntado por Querefonte, un
antiguo amigo de Sócrates, sobre si había un hombre más sabio que él, contestó
que no lo había. Al enterarse Sócrates de esta respuesta se inquietó; era un
enigma que se necesitaba descifrar. Pues, cómo era posible que la divinidad que
no miente ni se equivoca pudiera declarar al más sabio de los hombres a un
hombre que sostiene que nada sabe. Al poco tiempo, sin embargo, después de una
conversación que sostuvo con un político, con uno de aquellos hombres que
ejercen la profesión de guiar a sus semejantes, comprendió el significado del
misterio. Se dijo a sí mismo: “En efecto yo soy el más sabio de los hombres.
Puede suceder que no sepa nada de lo que es bello y de lo que es bueno, pero
hay una diferencia: la de que todos los demás creen saberlo, aunque no sepan
nada, y yo, en cambio, no sabiendo nada, creo saber. Me parece por tanto, que
en esto yo, aunque poco más, soy más sabio, porque no creo saber lo que no sé”.
En
esta actitud de Sócrates, –pensé-, está la clave y la razón de ser de toda
actitud filosófica posible. Pues los seres humanos comienzan a filosofar cuando
comienzan a desconfiar o poner en tela de juicio la verdad de las creencias u
opiniones comunes y corrientes que tienen sobre sí mismos y sobre el mundo”.
Autor: Camilo García, libro: Entre Filosofía y Literatura.
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1. Averigüe por internet la biografía (completa) de Aristóteles y tome apuntes de lo que considere más importante o interesante.
2. Elabore un relato (similar al de Camilo García), pero imaginando un Encuentro con Aristóteles.
3. Envíe el texto a mi correo electrónico a más tardar el viernes 17 de julio.
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